El grupo EuropeG presenta su informe La Banca en la Eurozona, donde señala los principales cambios a que deberá enfrentarse el sector tanto en su estructura como en su modelo de negocio.
¿Son tiempos de cambio en la banca europea, o la sensación de que la crisis ha quedado atrás hace pensar que el nuevo camino ha quedado definitivamente pavimentado? De acuerdo con el informe La Banca en la Eurozona: un sector en proceso de transformación, que el grupo EuropeG ha presentado en un acto organizado conjuntamente con la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE), caer en la segunda opción sería un muy grave error: el periodo de relativa tranquilidad que se está viviendo ahora es la antesala de muchos cambios que deberán emprenderse cuanto antes.
Después del tsunami
El informe fue presentado por Antoni Castells, director de EuropeG, y por su autor Antoni Garrido, profesor de la Universidad de Barcelona, en un acto moderado por el presidente de APIE, Íñigo de Barrón. Según explicó Castells en la introducción, la situación actual es diferente en Estados Unidos y Europa: aquí “el tsunami ha pasado, pero la ola no se ha retirado del todo. El mar no está todavía como debería estar”.

Antoni Castells, director de EuropeG, en un momento del acto de presentación organizado por APIE del informe La Banca en la Eurozona
El director de EuropeG hizo un breve resumen del paisaje después de la crisis, que ha producido “profundas transformaciones: primero un proceso de saneamiento y recapitalización, y luego otro de consolidación y redimensionamiento del sector, traducido en una disminución de una oferta excesiva”, proceso que, añadió, ha sido “especialmente importante” en España, aunque aún no haya llegado a su final, pues “sigue habiendo un exceso de oferta”.
Otro efecto de la crisis, apuntó, es el cambio del paradigma dominante de la laxitud regulatoria, “la idea de que los mercados se autoregulan, lo cual condujo a una burbuja crediticia monumental”, a un rigor ferreo que, por su parte, puede suponer una dificultad para la afluencia del crédito. Castells volvió a expresar sus dudas sobre si efectivamente Europa ha salido de la crisis, y mencionó el riesgo de que el mercado bancario se instale en un crecimiento “anodino”, lo cual constituiría un grave problema pues “sin crecimiento, todos los activos se vuelven dudosos. Será muy dificil que suban los tipos de interés y que la banca pueda estar en una situación estable”.
El pasado no va a volver
Para el profesor Antoni Garrido, la crisis ha provocado un cierto efecto darwiniano en toda la Eurozona, con una reducción de las dimensiones de la banca, tanto en negocio como en número de entidades y empleados. Por un lado, desde 2008 se han cerrado 29.000 sucursales y eliminado 200.000 puestos de trabajo en la banca de la Eurozona, un proceso que se ha cebado especialmente con nuestro país: “no es donde ha caído más la red en términos relativos, pero en términos de magnitud, la mitad del cierre de sucursales, y una tercera parte de los empleos que se han perdido, se ha dado en España”. Al mismo tiempo que se ha dado este recorte, se ha producido una concentración, como resultado de la cual “las cinco entidades más potentes de la Eurozona suponen casi el 50% de la cuota de mercado”.
Si bien la mejora de la coyuntura económica, el estancamiento de la morosidad, los menores costes del pasivo y el incremento de los ingresos por comisiones han permitido a los bancos europeos volver a presentar tasas positivas de rentabilidad –“positivas, no elevadas”, matizó Garrido-, los niveles actuales siguen siendo inferiores a los de antes de la crisis, y en algunos casos la rentabilidad obtenida es incluso inferior al coste del capital. Hay una serie de factores -el reducido ritmo de crecimiento, la creciente competencia y los reducidos tipos de interés- que seguirán presionando a la baja los niveles de beneficio: “El pasado no va a volver. Estamos abocados a un negocio bancario con márgenes más reducidos”, advirtió Antoni Garrido.
Las tendencias para el futuro, según determina el informe de EuropeG, pasan por continuar con el proceso de consolidación bancaria, que aún está muy lejos de haber finalizado. El mayor tamaño de los bancos europeos con respecto a los estadounidenses dificulta la gestión de una hipotética crisis en alguna de ellas, al tiempo que puede generar una concentración del crédito en los grandes clientes, en perjuicio de las PYMEs.

El profesor Antoni Garrido (derecha) en un momento de su presentación del informe de EuropeG La Banca en la Eurozona. A su lado, Íñigo de Barrón, presidente de APIE.
En cuanto al rediseño del marco regulador, donde se ha pasado de la libertad absoluta a “un modelo intervencionista que hasta decide en la elección de los miembros del Consejo de Administración”, ofrece herramientas ambivalentes, como las autoridades nacionales y supranacionales que, en opinión de Antoni Garrido, “en principio está bien, porque ayuda a tener un conocimiento más próximo de los problemas de cada país, pero exise el peligro de que se produzcan solapamientos y conflicto”.
Para el profesor, una condición básica es constituir por fin una Unión Bancaria europea realmente potente, “y es igualmente vital crear un único mercado de capitales paneuropeo”. Preguntado sobre el papel que podrá jugar España a la hora de entrar en el grupo de entidades dominantes, Antoni Garrido opinó que, “tenemos cancha porque se ha hecho el proceso de consolidación” y el país cuenta con quince entidades bancarias de gran peso, pero aún muy lejos de los megabancos que operarán en toda la Eurozona. “Tenemos margen para alcanzar una posición dominante, pero no para ser los campeones del mundo”.
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