FEDEA y APIE presentaron el informe sobre Demografía Empresarial en España: tendencias y regularidades
El tamaño sí importa. Y también la necesidad de aumentar ese tamaño, y ambas características siguen siendo claves en el tejido empresarial español, y en su diferencia de productividad con respecto a los países más desarrollados de la OCDE. Esas han sido dos de las conclusiones obtenidas por el estudio Demografía empresarial en España: tendencias y regularidades, presentado en un acto conjunto entre FEDEA y la Organización de Periodistas de Información Económica.
El acto fue moderado por Iñigo de Barrón, presidente de APIE, y contó con la presencia de Angel de la Fuente, Director de FEDEA y de los dos autores del estudio, José Carlos Fariñas y Elena Huergo, del Grupo de Investigación en productividad, innovación y competencia (GRIPICO) de la Universidad Complutense de Madrid. El estudio fue realizado con la intención de ofrecer una visión de conjunto del marco de las empresas españolas, y de sus fortalezas y debilidades dentro del conjunto de los países desarrollados.
Un país de microempresas
La elevada presencia de las empresas de menor tamaño fue uno de los puntos más destacados; de hecho, el informe cifró el número de empresas españolas en 3.186.878, de las que más de la mitad no tienen asalariados. El 99 por ciento de las que sí los tienen cuentan con menos de 250 trabajadores, que es el punto en el cual una empresa es considerada grande. De hecho, el tamaño medio de la empresa española está en torno a los 4,6 trabajadores, similar al de Italia y Francia e inferior a Reino Unido y Alemania. Como datos positivos, Elena Huergo señaló que la contribución al empleo de las pymes españolas es más del doble que sus equivalentes en Alemania, y que España tiene una proporción de pymes jóvenes mayor que la media de la OCDE.
Sin embargo, Jose Carlos Fariñas señaló que “el tamaño insuficiente de la empresa española nos aleja del nivel de productividad de los países más desarrollados”; la producción en nuestro país está excesivamente concentrada en microempresas que, a su vez, encuentran dificultades para su crecimiento: “muy pocas logran pasar a tamaño pequeño o mediano”, un fenómeno que el informe atribuye a diversas causas, entre las que destaca en marco institucional y regulatorio: “España está en la posición 33 de los países en lo referente a facilidad para hacer negocios, y por encima de la media en el índice de obstáculos a la iniciativa empresarial en los países de la OCDE”.
La inversión en I+D+I es otro de los puntos recogidos en el informe como uno de los factores que más contribuye al crecimiento de la productividad empresarial. “La magnitud de ese efecto”, declaró Jose Carlos Fariñas, “varía según la edad de la empresa, su sector, la constancia en la actividad investigadora… Pero en general hay una relación clara. Resisten mejor el impacto de las recesiones, crecen más rápido y tienen una tasa de mortalidad menor”. Elena Huergo matizó que “el problema es que la realización de esas actividades está muy relacionada también con el tamaño; las pequeñas tienen más problemas porque se enfrentan a unas inversiones iniciales irrecuperables. Es una de las razones por las que las empresas grandes han aguantado mejor esta crisis”.
Fomentar el crecimiento
Entre sus conclusiones, los autores del informe abogaron por un marco regulatorio más sencillo que promueva, en vez de obstaculizar, el crecimiento de las empresas, y señalaron a la empresa mediana como la que más dificultades tiene para afrontar las exigencias de la legislación: “Las empresas medianas pueden eludir más fácilmente ciertas regulaciones, y las grandes tienen más recursos administrativos”, declaró Fariñas. “Así que las medianas quedan ahí, más fectadas por las normas y las regulaciones. Y los tipos impositivos en España tienen forma de uve invertida: los mayores corresponden a las empresas medianas, que pagan más que las grandes y las pequeñas. Esto va claramente en contra del crecimiento empresarial. Este tipo de Obstáculos hay que reducirlos”. Angel de la Fuente se refirió a la barrera a la que se enfrentan estas empresas cuando suben de categoría, y de cómo algunas se niegan a hacerlo para evitar complicaciones administrativas: “Es lógico que a medida que se crece haya más complicaciones, pero que no se presenten de repente, como algo que te llega de golpe”. Los datos proporcionados por el informe mostraron una elevada concentración de empresas estancadas en el umbral que separa a las medianas de las grandes, tanto en facturación como en número de empleados.
La formación de los empresarios es otro punto susceptible de mejora: “El emprendedor típico en España tiene una edad de 39 años. Sólo el 50 por ciento tiene estudios superiores, y sólo el 50 por ciento ha recibido una formación específica relcionada con la actividad de emprender o de poner en marcha una empresa”, declaró Jose Carlos Fariñas, y Elena Huergo señaló que España está por debajo de otros países en aspectos como nivel formativo, nivel de idiomas, o de conocimiento de las nuevas tecnologías. “Corregir todo eso es muy difícil, porque en España hay mucha tradición de empresa familiar, de función empresarial que se transmite de padres a hijos, y eso no ayuda”.