Fue, sin duda, un adelantado a su tiempo. Ya en 1986, con motivo de la presentación de los resultados de su entidad, dijo que el futuro de los bancos dependería cada vez más de la Administración. Manuel Martín lo decía desde su cargo de secretario general del Banco Popular, modelo de gestión en aquellos momentos, ejemplo de lo que era una entidad rentable.

Manuel se había ganado el afecto y respeto de quienes trabajaban junto a él por su clarividencia y sus educadas formas, y el de los periodistas por su claridad a la hora de desmenuzar el balance bancario para que todos lo entendiéramos. La Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) le nombró asociado de honor por los innumerables servicios que nos rindió en ese afán de ser claro y facilitar la comprensión de cuanto encerraban las cuentas financieras.

Se retiró a su pesar, pero sintiéndose todavía útil. No entendió luego nada de lo que le fue pasando al Banco de toda su vida, al que dijo “no reconocer” en medio de las luchas internas que acabaron por valorarlo en un euro y hacerlo desaparecer. Era fácil verlo paseando, siempre con su mujer, junto al Parque del Retiro madrileño y dispuesto a entablar conversación con los amigos que le reconocían, pese a que un cobarde amago coronario dificultaba esa relación en los últimos tiempos. Pero en ningún momento dejaba de mostrar esa sabiduría del mundo de la banca. Su lejanía del sector hacía todavía más valioso el análisis sobre el presente y el futuro de un sector que está viviendo los cambios más profundos de su historia.

Manuel Martín, era, sin duda, la educación andante, la sabiduría viviente y la experiencia envidiable. Esa experiencia que hizo que todos, compañeros, colegas periodistas le respetara. Descansa en paz, amigo.

Rafael Rubio