
Foto: Alex Puyol
Es sólo cuestión de tiempo que las grandes noticias económicas terminen pasando de abrir los medios de comunicación a ocupar las mesas de novedades de las librerías. Cómo se hundió el Banco Popular (Ediciones El Siglo), de José García Abad, es uno de los primeros libros en aparecer dedicados a una de esas noticias, el hundimiento repentino de uno de los principales bancos españoles.
Presidente del Grupo Nuevo Lunes, y editor de los Semanarios El Nuevo Lunes, centrado en la economía, y El Siglo de Europa, de información general, García Abad fue también uno de los fundadores de la Asociación de Periodistas de Información Económica, y presidente de la misma en los periodos 1975-76 y 1983-87. En el acto de presentación del libro, celebrado en Madrid la pasada semana, contó con Inmaculada Sánchez, directora de la revista El Siglo, y con el actual presidente de la APIE, Íñigo de Barrón Arniches, quien definió la obra como “la explicación de una tragedia financiera: la desaparición de un banco con 90 años de trayectoria” y destacó el valor de una puesta en situación de lo que terminó ocurriendo en la noche del 6 de junio de 2017, pues “La crisis del Popular no es de ese día; se venía gestando desde hace más de diez años”.
En efecto, García Abad situó en su presentación el principio del fin del Popular en el Parkinson que afectó a su presidente Luis Valls entre 2003 y 2006 y mencionó la frase profética que le dijo una fuente que no quiso identificar: “Mientras Luis Valls siga al frente del banco, no pasará nada. Pero cuando deje de estar al frente, puede pasar de todo”. Antes de la presentación tuvo tiempo de contestar a nuestras preguntas:
¿Qué encontrarán los lectores en este libro?
Se van a encontrar con una serie de claves que responden al título; para el título me he apoyado en la célebre frase de Vargas Llosa “¿en qué momento se había jodido el Perú?”. Lo que he tratado de investigar en el libro es cuáles fueron las causas, primero cuando se produce el inicio del fin y luego cuando se llega al desaste, y las distintas responsabilidades que ha habido en la tragedia que representa el fin del Banco Popular.
En los días que siguieron a la caída, las informaciones se sucedían a un ritmo frenético. ¿La aparición de libros sobre el tema indica que ya estamos en condiciones de reflexionar sobre lo que ocurrió?
Mi libro es el primero, y yo creo que saldrán más. Sobre todo, cuando están todos los juicios a la puerta. Ahora que en distintos juzgados, y por distintas causas, se están viendo tanto las responsabilidades penales que ha podido haber como otras cuestiones sobre la responsabilidad de la gestión, supongo que habrá una reflexión, un debate importante sobre un hecho tan grave como la caída del sexto banco del país. Lo que es sorprendente es que durante los cinco años que el Banco de España estuvo vigilando, por decirlo así, el Banco Popular, no se tomaran medidas para ir poniendo soluciones. Esa es una de las mayores responsabilidades, pero vamos, responsables ha habido muchos, aunque a diferencia de lo que pasó con Banesto, la caída no se ha producido por desfalcos ni porque nadie se quedara con el dinero de la caja, sino por errores, errores humanos. Esa es la diferencia.
La pregunta que se sigue haciendo mucha gente es si podría haberse evitado.
Claro que podría haberse evitado. Al final al banco se le hizo una autopsia en vivo. Se le trató como un problema de solvencia, cuando lo que tenía era un problema de liquidez que se podía haber resuelto perfectamente. Lo que pasa es que hubo una serie de circunstancias desgraciadas de todo tipo, especialmente de la autoridad europea, del MUR, el organismo que vigila precisamente a los bancos; cuando su presidenta Elke König dijo a Reuters que estaban vigilando al Popular, inmediatamente se precipitó el pánico, huyeron los depositantes, cayeron las acciones… el que era el responsable de la resolución de los bancos fue el que le metió la puntilla. Pero vamos, antes de eso el último presidente, Emilio Saracho, en la Junta Directiva donde tenía que dar soluciones a los problemas que evidentemente tenía el banco, los accionistas vieron que no sabía muy bien hacia dónde tirar, dio la sensación de estar completamente desorientado, y eso también… Hubo una serie de circunstancias por las cuales se precipitó el pánico, la gente empezó a sacar dinero del banco, y finalmente se hundió.

Un momento de la presentación del libro de José García Abad, que contó con la participación de Íñigo de Barrón, presidente de APIE, e Inmaculada Sánchez, directora de El Siglo (Foto: Alex Puyol).
¿Con tantos jugadores implicados, en España y en Europa, no se ha pasado demasiado la pelota en cuanto a responsabilidades?
Hombre, claro. Sobre todo el Gobierno. El ex ministro Luis de Guindos, que quizá estaba preocupado por lo que había pasado con Bankia, suplantó la responsabilidad del propio Banco de España, se quitó de encima el problema y lo desplazó hacia Europa. A diferencia de lo que hizo el presidente del Gobierno italiano, que tenía bancos en situación parecida o peor, uno de ellos llamado Popolare, igual que el Popular, y asumió el decir no, estos bancos no pueden caer. Buscándole las vueltas, porque los italianos son muy hábiles para rodear la legislación e interpretarla a su modo, pudieron salvar a las entidades; no a los accionistas, pero sí a las entidades.
¿Cuando concluyan los juicios habrá material suficiente como para escribir una nueva edición ampliada?
Por supuesto; ahora hay que seguir a los tribunales, esa fase es fundamental. Yo he tratado de hablar con mucha gente para hacerme una idea de qué es lo que pasó. Pero quien tiene que decir la última palabra son los tribunales. Desgraciadamente, los tribunales trabajan con mucha lentitud en este país, y no sé los años que habrá que esperar hasta que tengamos una sentencia que nos aclare definitivamente la cuestión.