El Secretario de Estado de Energía participó en el Curso de Verano de la APIE para defender la necesidad “imperiosa” de una unidad energética en la Unión Europea

Alberto Nadal, Secretario de Estado de Energía, durante su intervención en el Curso de Verano organizado por la APIE en la UIMP.
“No conozco ninguna actividad humana que no consuma energía”. Comenzó categórico Alberto Nadal su intervención en el Curso de Verano que la APIE organiza en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Antes que entrar en vericuetos económicos, el Secretario de Estado de Energía se inclinó por la divulgación histórica, recordando que “Más que revoluciones industriales, la humanidad ha vivido revoluciones energéticas. La disponibilidad de energía es lo que ha permitido crecimiento sostenido y posibilidad de desarrollo en los últimos doscientos 200 años, más que ningún otro factor”.
Necesitamos energía, sin duda, pero Nadal reconoció la coyuntura a la que se enfrentan actualmente las sociedades avanzadas, con obstáculos tan difíciles de eludir como el cambio climático: “No podemos ir a una energía que produzca emisiones cero de CO2; no tenemos la tecnología para ello. Pero tampoco podemos seguir emitiendo sin que se noten los efectos para el medio ambiente. Tenemos que buscar un compromiso entre ambas posiciones, sobre todo para economías que tienen que crecer deprisa para crear empleo, como es el caso de la española”.
Renovables sí, pero…
La política energética europea y española estuvo durante muchos años ligada a las energías renovables; en opinión de Nadal, excesiva y apresuradamente ligada. “A principios de la década pasada, cuando el crecimiento económico parecía imparable, se medía la política energética en términos de conseguir una economía baja en carbono, como si esto no tuviera ningún coste”. Fueron los años de la creación de un mercado de derechos de emisión, de una apuesta por la eficiencia energética, y la exigencia de acabar produciendo un 20% de energía procedente de las renovables. Pero la introducción masiva y acelerada de unas tecnologías de producción no lo suficientemente probadas, acabó pasando factura. “Esto no quiere decir que las renovables no sean una opción. Permiten reducir las emisiones, las importaciones de petróleo y la competencia y las tecnologías para garantizar el suministro. Pero hay que introducirlas con cabeza. La introducción masiva de energía subvencionada en un sistema deshace el mercado y aumenta los riesgos”.
Otro problema pendiente es la necesidad de crear en el futuro una política energética común, algo que el Secretario de Estado consideró no sólo posible, sino “una necesidad imperiosa. Es la única salida energética del continente, y antes o después se va a hacer. Hace veinte años nadie creía que íbamos a tener una moneda común, y poco después nadie se creía que fuéramos a tener una unión bancaria”. El principal obstáculo a superar, añadió, es la tentación de algunos gobiernos a usar su ventaja energética para ganar competitividad, “y si integras los mercado e igualas precios, desaparece esa ventaja para la industria. Es una política a corto plazo, y desde mi punto de vista, miope”.
Y es que, aunque en la segunda mitad de la década de los 90 se creó la liberalización de los mercados eléctricos europeos, en opinión de Nadal “nos hemos quedado como un portero a media salida. No tenemos un mercado único, porque no se puede exportar la electricidad. Y como cada estado miembro tiene su política de renovables e incentivos, fragmentamos más aún un mercado que lo ya estaba bastante”.
La industria internacional está, a juicio de Alberto Nadal, excesivamente frenada, lo que detiene a su vez el pleno desarrollo de las renovables, con problemas como la volatilidad de precio, que la encarece o abarata según la producción, que depende enteramente del clima. Por ejemplo, en el caso de la eólica. “Si estuviéramos en un mercado europeo, esto no tendría importancia, porque cuando hubiera excedente podríamos exportarlo, e importarlo cuando tuviéramos escasez”. La falta de interconexión afecta también a las energías tradicionales: “La mitad del continente europeo depende del gas noruego y del gas ruso. La otra mitad, del norte de África, especialmente argelino. Ambas partes están mal interconectadas”, por lo que, advirtió, una crisis nacional puede afectar al suministro de gran parte del continente. “Hoy es Ucrania, mañana será otra parte. La única manera de evitarlo es tener interconectados los sistemas de gas”.
Reserva de hidrocarburos
El Secretario de Estado de Energía apostó también por no dar la espalda a los hidrocarburos, ya que “Una economía energética no puede basarse sólo en el sol y el aire, que son caros y cuyo suministro no es seguro”. Por mucho peso que vayan ganando, siempre será necesaria una reserva, que en otros países como Estados Unidos han resuelto desarrollando alternativas para continuar con estas energías.
“Necesitamos fuentes propias de suministro de hidrocarburos, respetando al máximo el impacto medioambiental. Pero renunciar a ello, sobre todo cuando la técnica está avanzando en la extracción de los mismos, parece un contrasentido”. El caso de las prospecciones en Canarias no tardó en surgir, y preguntado por el reparto de los hipotéticos beneficios declaró que la fórmula habitual es un reparto equitativo, si bien “En el caso de Canarias, necesitaran una compensación como ocurre con los municipios nucleares, porque pierden competitividad en otros campos”.